Hacia 1668, en un caso frecuente, un libro impreso en Holanda en español, titulado Epístola a los peruleros fue encontrado en poder de un holandés que se había introducido en el Orinoco. En 1709, informado Felipe V de que los protestantes ingleses se proponían difundir en América una Biblia impresa en Londres «en idioma americano», alertaba a las autoridades de Venezuela.
Pocos años después, cuando a raíz del Tratado de Utrecht, algunos buques de la Compañía de los Mares del Sur pudieron comerciar en forma restringida en La Guaira, hubo en este puerto factores ingleses de dicha compañía, uno de los cuales, que era tenido por protestante, resultó asesinado.
En ningún momento, hasta donde se sabe, hubo entonces ni en los años siguientes, culto de ninguna iglesia reformada, ni privadamente ni menos públicamente en el territorio de Venezuela. Cuando en las décadas finales del siglo XVIII el gobierno de Madrid autorizó el asentamiento de colonos no hispánicos, sobre todo franceses e irlandeses, en la isla de Trinidad (que entonces dependía de la Capitanía General y de la Intendencia de Caracas), se excluyó expresamente a los que no profesaran el catolicismo; sin embargo, en 1780 los sacerdotes españoles de la isla se quejaban no sólo del «libertinaje» de los recién llegados colonos franceses, sino también de que entre ellos, y entre los de habla inglesa, había masones y protestantes. Pero tampoco éstos últimos llegaron a erigir templos o casas de oración en Trinidad durante el dominio español.
Después del movimiento de abril de 1810 en Caracas y durante toda la época de la Independencia, entraron libremente en las regiones dominadas por los republicanos, y también, aunque en menor escala, en las zonas realistas, numerosos anglosajones, entre los cuales figuraban bastantes protestantes. Pero el ejercicio público de su religión (así como el de cualquier otra distinta de la católica) siguió estando prohibido, a pesar de tentativas en favor de la tolerancia de cultos como el artículo publicado en la Gaceta de Caracas en febrero de 1811, por el católico irlandés partidario de la independencia William Burke.
En los tratados que en 1824, 1825 y 1829, la República de Colombia la Grande celebró respectivamente Estados Unidos de Norteamérica, con Inglaterra y con Holanda, se preveía que los ciudadanos o súbditos de esas naciones gozarían de «seguridad de conciencia» sin ser molestados por las creencias religiosas en tanto que ellos respetasen «las leyes y usos establecidos». A mediados de aquella década, el Cabildo Eclesiástico de Caracas denunciaba la presencia, en varias poblaciones, de Biblias protestantes en español, introducidas por la Sociedad Bíblica de Londres.
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